Todavía me acuerdo la cara de esa señora que me miró a los ojos sonriéndome y me dijo "¿Ves que el mundo no está perdido?". Fue una frase con un contenido enorme, y me lo dijo solo porque le susurré una poesía con mi susurrador al oído, sin pedir plata.
Y ahí entiendo mejor lo que dijo Billard, es darle un regalo al otro, es regalarle arte. Y la sonrisa de esa señora creo que vale más que cualquier cantidad de dinero, que a partir de ese pequeño gesto, de haber aceptado mi pregunta: "¿Quiere que le susurre una poesía?", ella me dijo algo que hizo que esas dos horas en la esquina con frío valieran la pena totalmente.
Susurros de poemas
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