De a poco van pasando los cuadros, de a poco se termina el show y los nervios se van distribuyendo dependiendo de cuan solista seas en cada canción. Las ansias de no llegar con el vestuario, el maquillaje chorreado por el sudor, nada de eso importa una vez que llegás a estar sobre el escenario. Sobre la marca.
Y no importa si te equivocás. No importa si el de al lado te pisó o si desafinaste, por que la cantidad de emoción que uno vive sobre el escenario es inigualable a cualquier cosa que haya vivido durante mi vida. Me acuerdo todavía la muestra del año pasado, fue una sola función, en vez de tres como este año, y cuando bajé a saludar a mis conocidos lo primero que hice fue ponerme a llorar. No podía parar, la cantidad de cosas que había sentido ahí arriba, la exposición, la adrenalina, los movimientos, todo eso se juntaron en lágrimas de felicidad.
Y hoy, nuevamente vuelvo a estar ahí arriba, con toda esa gente abajo esperando pasar un buen momento viendo a artistas principiantes. Me obligo a entretenerlos,
que empiece la función.
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